Celeste y Negro
A los 13 años me empecé a embarcar en el mundo de la escritura y me apasiona escribir (en muchas ocasiones se ha convertido en mi amiga más fiel en mi otro yo), ver lo celeste y lo negro de la vida... Pretendo con este blog plasmar mis pensamientos, mis vivencias y disfrutar compartiendo mis escritos con todos aquellos que quieran leerlos e incluso abrir debates sobre ellos. Mostrar la realidad que yo veo, enferma o cuerda en exceso. Bienvenidos a mi mundo y gracias por venir!
jueves, 10 de octubre de 2019
MAR Y FUEGO
Soy del interior y más que bañarme en la playa me hechiza el mar, como el fuego, puedo pasarme horas mirando el movimiento y dejó de estar aquí, estoy allí, mecido por las olas o entre las llamas de una hoguera. Así me siento seguro. Y necesitaba sentirme así, hacía apenas un mes que no sabía de ella. Inexplicablemente se había esfumado en el aire y lo peor; en mi vida, la veía por todas partes, en todas las caras, de espaldas, de frente, en mis sueños, en el café, pero no estaba. Necesitaba dejar de verla sin verla, no sentirla más, no recordar ni su mirada, ni sus sonrisas ni sus abrazos. Encontrarme a mí mismo. Conseguí que un buen amigo me dejara una casita en un pueblo de Asturias con muchos acantilados. Yo no quería en realidad dejar esa añoranza, sólo quería liberarme de las taquicardias de su recuerdo, tirarlo al mar y ver cómo se lo llevaban las olas. Cruzando la calle desde la casa había un paraje con un banco con vistas privilegiadas de las olas chocando en las rocas sobre el mar. Allí me dirigí. No se cuánto tiempo pasó, es lo que tiene el mar y el fuego, que sólo escuchas su rugir y crepitar y tú corazón. No hay más mundo, no hay nada más. Es como estar de nuevo en el vientre materno quizá sea eso lo que el mar es para mí, ese recuerdo dormido que me serena. Su imagen se difuminaba, se iba como las sensaciones que me producía. Pero escuché su voz y su risa, sentí su aliento. No era posible, no estaba allí, se había ido. Nadie sabía más que mi amigo dónde estaba yo. Pero me había buscado, estaba allí conmigo, abrazándome dentro del mar convertida en sirena. Mientras morían mis recuerdos y yo con ellos.
jueves, 1 de diciembre de 2011
El tiempo parado (Género Narrativa)
Tras la muerte de la abuela se decidió repartir las dos casas que poseía entre los dos hijos que le quedaban, tocando en suerte al menor de ellos la casa del pueblo.
En el lugar dónde nació y vivió hasta los 18 años, momento en el cual como era costumbre tras las fiestas de Quintos (fiesta que se hacía en los pueblos por tradición para despedirse de los que en aquel año comenzarían el Servicio Militar Obligatorio) solía emigrar la juventud a la Capital con la esperanza de correr mejor suerte, encontrar un trabajo, casarse y comprar una casa para formar una familia, ya que el campo cada vez era más difícil y costoso de trabajar y primaba la industria: se necesitaban obreros y no faltaba el trabajo.
La verdad es que él no tenía nada que ver con el carácter de ese pueblo, de hecho le apodaban “el alegre”, más maliciosamente que porque realmente les pareciera que lo era, pero aún así lo cierto es que siempre estaba de buen humor y no le importaba mucho lo que los demás pudieran hacer o decir siempre y cuando no se metieran en su vida., por el contrario sus paisanos –castellanos cerrados- eran hoscos, huraños, y su entretenimiento favorito era saber y curiosear (más bien cotillear) lo que hacían los otros para después criticarlo y cambiarlo de versión a su antojo. Gente de campo, recia y cerrada.
Era un pueblo dónde en verano literalmente te cocías en la calle –aunque de noche no te sobrara la chaquetita- y en invierno te congelabas, eran casas de adobe (amarillas) que guardaban una temperatura siempre fresca, por lo que dormir allí fuera la época que fuese del año resultaba agradable. Apenas había árboles, dos o tres a la entrada del pueblo, sin río, sin fuentes, sin más verde que el verde el trigo en primavera. Allí se hacía más fuerte que nunca la frase “ancha es castilla” y sí, lo era, era anchísima, subiendo a cualquier atalaya se podían divisar todos los pueblos de alrededor, apenas había cuestas, todo llano, todo árido, todo plano, silencioso. Pasear por allí era ir casi por un pueblo fantasma en el que sientes al andar que te están observando como antaño, como siempre, porque allí parecía que ni el tiempo ni el progreso le afectaban.
Se había casado con otra castellana, adelantadísima a su época y de un pueblo radicalmente opuesto al suyo, por lo que a su mujer no le atraía nada en absoluto el pasar los veranos en ese pueblo anclado. Pero fatalidades del destino el mismo día que murió su madre, murió su suegra y ésta no tenía más casa que la casa dónde vivía y la cual habría de repartirse entre sus cuatro hijos.
Su madre al menos lo dejó fácil, dos hijos dos casas: la de Madrid comprada con su marido para estar cerca de ellos y más de su hija, que enviudó muy joven con cuatro niños a su cargo y la del pueblo, para pasar los veranos por allí, llevarse a los nietos, no perder recuerdos y no olvidar sus orígenes, porque aunque el tiempo hubiera pasado, la casa no había cambiado ni permitirían que cambiase, como buenos castellanos cerrados. La abuela era de las que tenía alergia al progreso, todo eran para ella “cicadicas y sandeces”, una mujer dura, recta, educada en el matriarcado y tan celosa de su intimidad que ni sus hijos supieron hasta el último minuto de su enfermedad y desafortunadamente, cuando quisieron enterarse, fue demasiado tarde.
Perdió la alegría el día que falleció su marido, parecido de carácter a su hijo, un hombre cantarín, valiente que no se pensó mucho el venirse a Madrid y trabajar en una joyería en el barrio donde habitaban sus hijos pese a que a su mujer dejar el pueblo le supusiera dejar casi todo de ella misma, aunque como buena madre, por sus hijos cualquier cosa, porque si bien no les daba mucho cariño y era muy severa con ellos, ellos eran su vida. La vida de los dos.
Según encauzaba la entrada del pueblo, cayó en la cuenta de que habían talado dos árboles desde la última vez que había estado allí y no tuvo valor para entrar por la plaza, así que decidió tomar el camino de las eras y entrar por la trasera en la casa, así evitaría las preguntas, los pésames –sentidos o no- y sobre todo las explicaciones, el volver a repetir una y otra vez lo mismo.
En la guantera del coche la llave de la entrada, una llave enorme de hierro que pesaría más de medio kilo y junto a ella la llave del corral sobre la última fotografía que tenían su hermana y él junto a sus padres, allí en la puerta de la entrada, por capricho de su padre, el último día de la fiesta de los Quintos, casi cuarenta años antes.
La sacó de la guantera y pensó entonces que su padre quizá intuyó que nunca se volvería a repetir ese momento, que habría más o faltaría alguno, pero que o en ese momento o nunca: los cuatro solos y pese a que su madre puso el grito en el cielo cuando el fotógrafo les dio el precio, poco le importó, recordó como su padre le puso el brazo encima del hombro y su madre abrazó a su hermana, y que miraron con curiosidad a la cámara y de cómo se rió con su padre por lo absurdo de quedarse quieto y posar por posar sin ser modelos. Cuando acabaron de hacerse la foto su hermana y él no pudieron contener más la risa y su madre entró como una exhalación dentro de la casa y como siempre su padre detrás diciéndole “!Mujer…no seas tan cerrada!” y el fotógrafo tras de ellos para cobrar y que le dieran el nombre exacto para mandar la foto, lo que hizo que se rieran todavía más. Esto le provocó una sonrisa a la par que sintió cómo las lágrimas le inundaban los ojos.
Y es que por un momento había vuelto a aquellos años, a aquel momento y había sentido el brazo de su padre y hasta le había parecido ver a su madre, e incluso la calle, el pueblo y hasta la ventana de la vecina estaba entreabierta y seguro que le estaba vigilando tras “sentir” (como se decía por allí) el coche, todo estaba igual, la entrada era la misma de la foto, pero ellos no estarían nunca más.
miércoles, 30 de noviembre de 2011
La viajera (Género Narrativa)
A ojos vista parecía inquieta. Las piernas no paraban de moverse desacompasadas y rápidas. Abrió el bolso, ahí me dí cuenta de que le temblaban las manos, hacía frío pero iba bastante bien abrigada e incluso llevaba guantes. Miraba a un lado y al otro del andén con cara de fastidio y más movimiento y cuanto más pasaba el tiempo más se movía.
No sé porqué pero no podía dejar de mirarla -y no es que llamara la atención especialmente- me intrigaba a la par que me desquiciaba, me estaba alterando. Ahí estaba yo, con mi libro abierto a ratos mirando a la página y de soslayo viendo esas piernas sin parar. Me desconcentraba. Me había propuesto que mi camino a la Universidad lo emplearía en repasar los temas ya que me estaba jugando la beca y eso también me estaba poniendo nervioso por mi falta de dominio y de concentración. Opté por levantarme del banco y buscar otro sitio en el cual no pudiera verla, pensé que si hacía que se perdiera de mi vista sería más fácil centrarme en lo mío. Al levantarme con la que decidí sería mi última mirada hacia ella observé que había encendido un cigarro y con el bolso aún abierto y el paquete de tabaco en la mano, fumaba como si fuera el último cigarro de su vida, con ansiedad, con rapidez, como si se le acabará el tiempo. No pude mover un músculo; la alteración pasó a ser pura y simple contemplación. Me fascinó la imagen.
"Sol-Chamartín vía 2" Se escuchó por los altavoces. Comenzamos a tomar posiciones. Como llevado por un impulso muy fuerte y sin que se me notara, me coloqué en lo que sería la puerta contigua a la puerta por donde entraría ella. Yo, con mi libro en la mano abierto de pie, y seguro con cara de tonto; por contra ella seguía inquieta, nerviosa, fastidiada.
Soy muy malo para coger los sitios exactos dónde paran las puertas -cojo trenes a diario- pero siempre me equivoco, me quedo en medio y al final me toca siempre andar. A ella la puerta le quedó justo de frente y entró primero. Ahora que lo pienso eso me permitió tener la ventaja de colocarme cerca y aunque en ese momento no pensara que fuera a drede, -el libro directamente ya me suplicaba que me centrara en él y el examen, la beca... mis obligaciones- pero sí, me coloqué justo enfrente, en los asientos laterales, mientras ella se sentó en el sentido de la marcha y se apoyó en la ventana.
Observándola más de cerca caí en la cuenta de que tenía unos cascos puestos. "Posiblemente eso era lo que la hacía moverse tanto" pensé. Eso no explicaba su cara de fastidio, ni el temblor de las manos, ni ese aire de desasosiego que la rodeaba, ni esa crispación que desprendía. ¿Qué música escucharía?... Comenzó a mover los labios y la cabeza al ritmo y con las manos golpeaba rítmicamente el pollete de la ventana, a veces cerraba los ojos como si estuviera viendo la canción. Pensé que si supiera leerlos probablemente pillaría la canción y eso me daría algún dato más. En ese momento me volví a preguntar a mí mismo que para qué tanto interés por alguien que no conocía de nada, que posiblemente estuviera desquiciada y que no encajaba en mi prototipo y que lo nomás importante: no era ni el momento ni el lugar para distraerme.
Carraspeé, me re-coloqué en el asiento y me dispuse a empezar de nuevo la lectura-estudio del capítulo 7 de Sociología "Sociedades humanas y sociedades animales".
Cuando había pasado el primer parrafo, me comencé a sentir observado (posiblemente quería creer que era así, no lo sé) el caso es que una vez más y desobedeciendo a lo que tenía que hacer o a mí mismo levanté los ojos del libro y ahí estaban sus ojos. Tenía una mirada tan sumamente fija -al menos eso me pareció- que tuve que retirar la mía avergonzado casi, aunque bien disimulado gracias a mi libro.
Volví a mirar otra vez y ya no me estaba mirando, seguía con los ojos perdidos en el trayecto, con su movimiento de piernas y con el ritmo en las manos. Seguramente estaría unos segundos así, lo suficiente como para que probablemente ella también se sintiera observada porque me volvió a mirar, y otra vez me hizo bajar la mirada. Ya no tenía el rostro tan serio ni tan crispado, quizá la música la hubiera tranquilizado o el simple hecho de estar en el tren, y me pareció raro que si estaba tan nerviosa como en principio hacía ver no la ví que llevara reloj ni mirar la hora en ninguna parte, es más, cuando el tren se paró sin previo aviso antes de la entrada de Atocha pareció no preocuparla y cuando pasados ya casi diez minutos la gente comenzó a bufar, a impacientarse... ella daba la impresión de dejar el tiempo correr y observando como los otros corrían o protestaban para tener más tiempo; como si de pronto ella estuviera por encima de todo. Ya no me crispaba, me fascinaba, me embargó una curiosidad tremenda por saber qué tendría dentro de su cabeza.
Poco antes de llegar a Atocha comenzó a prepararse, con una sonrisa pidió amablemente al compañero de asiento que la dejara paso, -era uno de esos tíos que ponen los pies en el asiento de enfrente, así como si estuvieran en su casa o nunca les hubieran enseñado que los zapatos manchan los asientos- y sí, con suma rapidez -demasiada para mi gusto- le retiró las piernas y la dejó libre el paso de tal forma que durante unos segundos la tuve delante mio, y me miró y no sé si capricho mío me pareció que esbozaba una sonrisa e imprudencia mía, o no, no lo sé, le respondí con otra sonrisa, pero ya no me estaba mirando. Y durante un minuto la ví de pie, abrazada a la barra de la puerta de salida del tren, con la mirada ida, moviendo los labios, a ratos cerrando los ojos, moviendo las manos y caí en la cuenta de que había pasado yo todo el viaje concentrado en ella y ella en otra parte y que la echaría de menos en el resto del trayecto y quizá todo el día.
No sé porqué pero no podía dejar de mirarla -y no es que llamara la atención especialmente- me intrigaba a la par que me desquiciaba, me estaba alterando. Ahí estaba yo, con mi libro abierto a ratos mirando a la página y de soslayo viendo esas piernas sin parar. Me desconcentraba. Me había propuesto que mi camino a la Universidad lo emplearía en repasar los temas ya que me estaba jugando la beca y eso también me estaba poniendo nervioso por mi falta de dominio y de concentración. Opté por levantarme del banco y buscar otro sitio en el cual no pudiera verla, pensé que si hacía que se perdiera de mi vista sería más fácil centrarme en lo mío. Al levantarme con la que decidí sería mi última mirada hacia ella observé que había encendido un cigarro y con el bolso aún abierto y el paquete de tabaco en la mano, fumaba como si fuera el último cigarro de su vida, con ansiedad, con rapidez, como si se le acabará el tiempo. No pude mover un músculo; la alteración pasó a ser pura y simple contemplación. Me fascinó la imagen.
"Sol-Chamartín vía 2" Se escuchó por los altavoces. Comenzamos a tomar posiciones. Como llevado por un impulso muy fuerte y sin que se me notara, me coloqué en lo que sería la puerta contigua a la puerta por donde entraría ella. Yo, con mi libro en la mano abierto de pie, y seguro con cara de tonto; por contra ella seguía inquieta, nerviosa, fastidiada.
Soy muy malo para coger los sitios exactos dónde paran las puertas -cojo trenes a diario- pero siempre me equivoco, me quedo en medio y al final me toca siempre andar. A ella la puerta le quedó justo de frente y entró primero. Ahora que lo pienso eso me permitió tener la ventaja de colocarme cerca y aunque en ese momento no pensara que fuera a drede, -el libro directamente ya me suplicaba que me centrara en él y el examen, la beca... mis obligaciones- pero sí, me coloqué justo enfrente, en los asientos laterales, mientras ella se sentó en el sentido de la marcha y se apoyó en la ventana.
Observándola más de cerca caí en la cuenta de que tenía unos cascos puestos. "Posiblemente eso era lo que la hacía moverse tanto" pensé. Eso no explicaba su cara de fastidio, ni el temblor de las manos, ni ese aire de desasosiego que la rodeaba, ni esa crispación que desprendía. ¿Qué música escucharía?... Comenzó a mover los labios y la cabeza al ritmo y con las manos golpeaba rítmicamente el pollete de la ventana, a veces cerraba los ojos como si estuviera viendo la canción. Pensé que si supiera leerlos probablemente pillaría la canción y eso me daría algún dato más. En ese momento me volví a preguntar a mí mismo que para qué tanto interés por alguien que no conocía de nada, que posiblemente estuviera desquiciada y que no encajaba en mi prototipo y que lo nomás importante: no era ni el momento ni el lugar para distraerme.
Carraspeé, me re-coloqué en el asiento y me dispuse a empezar de nuevo la lectura-estudio del capítulo 7 de Sociología "Sociedades humanas y sociedades animales".
Cuando había pasado el primer parrafo, me comencé a sentir observado (posiblemente quería creer que era así, no lo sé) el caso es que una vez más y desobedeciendo a lo que tenía que hacer o a mí mismo levanté los ojos del libro y ahí estaban sus ojos. Tenía una mirada tan sumamente fija -al menos eso me pareció- que tuve que retirar la mía avergonzado casi, aunque bien disimulado gracias a mi libro.
Volví a mirar otra vez y ya no me estaba mirando, seguía con los ojos perdidos en el trayecto, con su movimiento de piernas y con el ritmo en las manos. Seguramente estaría unos segundos así, lo suficiente como para que probablemente ella también se sintiera observada porque me volvió a mirar, y otra vez me hizo bajar la mirada. Ya no tenía el rostro tan serio ni tan crispado, quizá la música la hubiera tranquilizado o el simple hecho de estar en el tren, y me pareció raro que si estaba tan nerviosa como en principio hacía ver no la ví que llevara reloj ni mirar la hora en ninguna parte, es más, cuando el tren se paró sin previo aviso antes de la entrada de Atocha pareció no preocuparla y cuando pasados ya casi diez minutos la gente comenzó a bufar, a impacientarse... ella daba la impresión de dejar el tiempo correr y observando como los otros corrían o protestaban para tener más tiempo; como si de pronto ella estuviera por encima de todo. Ya no me crispaba, me fascinaba, me embargó una curiosidad tremenda por saber qué tendría dentro de su cabeza.
Poco antes de llegar a Atocha comenzó a prepararse, con una sonrisa pidió amablemente al compañero de asiento que la dejara paso, -era uno de esos tíos que ponen los pies en el asiento de enfrente, así como si estuvieran en su casa o nunca les hubieran enseñado que los zapatos manchan los asientos- y sí, con suma rapidez -demasiada para mi gusto- le retiró las piernas y la dejó libre el paso de tal forma que durante unos segundos la tuve delante mio, y me miró y no sé si capricho mío me pareció que esbozaba una sonrisa e imprudencia mía, o no, no lo sé, le respondí con otra sonrisa, pero ya no me estaba mirando. Y durante un minuto la ví de pie, abrazada a la barra de la puerta de salida del tren, con la mirada ida, moviendo los labios, a ratos cerrando los ojos, moviendo las manos y caí en la cuenta de que había pasado yo todo el viaje concentrado en ella y ella en otra parte y que la echaría de menos en el resto del trayecto y quizá todo el día.
jueves, 17 de noviembre de 2011
El primer día del señor E. (Género Narrativa)
Las cortinas apenas dejaban ver la luz del sol por la ventana y afuera comenzaba a empezar el día en Madrid. A un lado Gran Vía, colapsada. Al otro Princesa que no corría mejor suerte y de frente Plaza España con su mercadillo de tiendas blancas, artesanía y comida.
La alarma del móvil con la "Haka" de los All Blacks –ventajas de la telefónia móvil y politonos varios- sonaba invitando a inaugurar el primer día en Madrid, en España, en el país dónde todo se postergaba y la gente era poco menos que descuidada, se precisaban de hombres fornidos, parcos, duros como él que había recorrido el mundo haciendo lo que mejor sabía, darle la vuelta a lo establecido y guerrear con múltiples enemigos. “Discipline. You must get up” se dijo a sí mismo mientras buscaba el dichoso botoncito para parar la alarma. Eran cerca de las 7:00. Suena el teléfono. Sorprendido lo descuelga y al otro lado le recuerdan que en la noche de ayer solicitó ser despertado. “Well, Well… Spain isn´t as bad as I had been told at least asked them to wake up and have done so”.
Al posar los pies en el suelo nota la rugosidad de la moqueta y se sienta para reconocer la habitación, no le recuerda a ninguno de los hoteles dónde ha estado antes, y ha estado en tantos!!!... (Yemen, Londres, Moscú, París, Roma, Lisboa…) “I don´t remember what my house. Is my house a hotel or is that hotels are my home?”. Mientras piensa eso se levanta y descorre las cortinas “Oh!! I can not say anything bad about the view, is a beautiful place, but it would be better if they removed the camp why is that?”. Desconcertado Pedro sorprendido, se tira al suelo, lleva toda la vida haciendo lo mismo, levantarse, hacer ejercicio, ducharse. Actúa de forma mecánica y lo sabe, su mujer le dice muchas veces que nunca se salta el guión, pero un hombre como él no puede perder ni un segundo de su tiempo, ni un ápice de control, su fuerza es tan importante como su cabeza, su físico forma parte indiscutible de su carácter y tiene que imponer, convencer, asustar, aunque su esposa le llame gatito…
“Twenty-one….Thirty… I've always asked hotels with gym and do not understand why this time I have brought here, but not so I will lose my physical background. Should know who they're talking about. Tomorrow I'll start to learn Spanish. Fifty ... Phew! And I'm getting old ... One more ... just one more ... Sixto. Discipline!!!... Let´s go E”
La maleta está todavía sin hacer, cerrada a cal y canto. Se mira en el espejo arruga el entrecejo, tensa los músculos… se toca el vientre comprobando que los abdominales no han perdido nada de tonicidad, las piernas, el trasero. “Humm…You are great!!!” Se sonrie y se levanta los pulgares. Girando sobre sí mismo se encuentra en el baño, es de mármol veteado. Pasa un dedo por el lavabo y descubre con satisfacción que está impoluto, cosa que valora mucho más teniendo en cuenta que pasará en este hotel cerca de dos años. El no está en condiciones de tener un apartamento, de responsabilizarse de nada más allá que de mantenerse en forma y de ejecutar sus obligaciones.
Con paso marcial abre la maleta, en la parte inferior derecha, las siete camisas ordenadas por colores, perfectamente dobladas y encajadas cada una con su corbata, a su lado, otros tantos polos, y en el resto de lo que queda cinco pantalones, entonces piensa que aunque sólo fuera por lo maravillosamente que hace la maleta nunca dejaría a su mujer, sabe que debajo de todas esas cosas están los calcetines (planchados y colocados estratégicamente en el fondo de la misma) y la ropa interior, por último dos jerséis de Cachemir, en sus dos colores favoritos: rojo y negro. Cuelga cada una de las prendas en el armario, cada camisa con su pantalón y las dos que sobran en los estantes vacíos, así como los polos y los jerséis. “It is good size closet, I think I'm going to fit all and there are no moisture or cockroaches, no, if Spain is not so bad”. Recuerda que no le hizo ninguna gracia la idea de venir a España, concretamente a Madrid, “Es demasiado poco destino para mí”. Esperaba haber podido ir a Estados Unidos o quedarse en Suecia, a fin de cuentas estaría con su mujer, pero esto también le daba miedo, no fuera a ser que se acostumbrara, a fin de cuentas tampoco conocía mucho de ella, sólo el noviazgo y lo bien que hacía las maletas y que era una buena madre en el mejor de los sentidos, sus hijos eran dignos sucesores, fuertes y guapísimos, como su padre y su madre. Mejor así, él sólo y sin lastres.
En la otra parte de la maleta, en uno de los departamentos los zapatos, dos pares: marrón y negro y las zapatillas de deporte y un chándal, junto con los dos cintos y dos kilos de pipas. Desde hacía unos años para aprovechar al máximo el tiempo de trabajo comía pipas, constantemente, como un mono tras una indigestión debido a su excesivo consumo el médico le había recomendado que tomara una medida y su medida era un tupper pequeño, para las cáscaras no necesitaba nada, las pipas se las comía enteras, pelarlas era una pérdida de tiempo. También la bolsa de monedas de todas sus visitas y que se le olvida cambiar sabe que lo postpone y vuelve a postponer, es que lleva fatal eso de tener que estar cambiando cada vez que va a un país nuevo, así que de esta forma se asegura siempre tener efectivo aunque le surja un viaje sorpresa. La toalla del anterior hotel, siendo tan previsor no podía dejar de llevar un “por si acaso” Todo como si fuera nuevo, todo como sacado de un escaparate, la verdad es que de ser de otra forma no lo hubiera podido soportar. Para él todo tiene que estar perfectamente limpio y ordenado, es la clave del triunfo.
Así que se dispone a numerar las perchas, se asegurará de no equivocarse en la ropa que se tiene que poner. Bajo cada percha un par de calcetines y los calzoncillos, hoy le llegarán los trajes que nunca lleva consigo porque son bastante delicados, mejor en transporte especial, que es el único lujo que se permite a fin de cuentas, ese y el de las pipas.
Mentalmente piensa que tiene que preguntar en la recepción si es posible moverse en bicicleta por este caos “Too many cars. Too much pollution. The Spanish should learn from the Swedes, our cities are more beautiful and clean”. Hoy iría en metro, tenía que dar ejemplo y si España estaba en crisis no iba a ser él quien delante de su empresa pidiera que le vinieran a recoger y por dos razones muy importantes: la primera es que había oido que Madrid tenía mucha contaminación y un coche más puede suponer la diferencia y dos, que no estaban los presupuestos como para grandes lujos, que él tenía la suficiente fuerza para ir andando o en bici. La disciplina era su ley, su “modus operandi”, lo que le había salvado todo este tiempo, para él ni había crisis sin solución ni solución sin crisis. Todo era esfuerzo, contención y silencio, que el enemigo no supiera lo que estaba haciendo observar sus movimientos como un gato y atacar, recomponer todo de nuevo, hacerlo todo de forma milimétrica y ordenada.
Nada excusaba una dejadez tan grande como la que se le había comunicado, nada excusaba que durante dos años tuviera que estar, por errores y faltas de control y autoridad en una ciudad de la que no conocía más que el nombre y referencias nefastas, de la que ignoraba por completo el idioma y las costumbres.
Para él era un reto, un hombre de mundo y eso no le iba a acobardar, todo lo contrario, saldría su marcialidad más a flote, cuando hubiera terminado su misión volvería con otra medalla puesta, otro logro conseguido, otro barco sacado a flote, por él por Mister E. Pensando en ello se vestía henchido de gloria, de gozo, de orgullo. Veía su fuerza, su austeridad, su rigor. Ni necesitaba amigos –mejor no tenerlos- ni los buscaba, no fuera a ser que se contagiara de este espíritu de ociosidad que había escuchado decir tenían los españoles que sólo pensaban la inmensa mayoría en tumbarse al sol. “How could they not be expected in such a financial crisis? Discipline and tough, that's what they need!!”
martes, 15 de noviembre de 2011
Minirelato... El invitado (Género Ficción)
¿Quién ha encendido la luz? Al menos podría tener la decencia de no dirigirmela a los ojos… Veo todo borroso. Voy a dormir otra vez. Esta luz es insoportable… y quema, todos los días igual, tengo que preguntarle a Hec de dónde viene esa luz y si él la ve, porque yo sólo la veo y la siento cuando me destierran.
A ver… a ver… Vale, sí, venga que me despierto… estiro manos, piernas… espalda ¡qué gustirrinín! Abro la bocazaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah (no hay nada como un buen bostezo de mañana)...
Voy a despertarla…
Hoy he pasado frío por la noche, entraba un “relente” por la ventana que por más que me intentaba cubrir era poco más que imposible, es lo que tiene tener invitados, que te sacan de tu habitación al destierro ¡cuánta crueldad intolerable!, ¡qué desagradecida!... A veces la odio, yo creo que de tanto quererla. Es muy cariñosa. Alocada pero cariñosa.
Voy a beber agua… tengo la boca seca (me pasa todas las mañanas)… ¡Puagh! Lo menos hace 5 días que está aquí, sabe rara, hip!!! seguro que si tomo un sorbo me pongo malo. Ahora sí que sí que voy a levantarla ¡esto así no puede seguir! Por mucho que vengan visitas yo siempre estoy y no se me considera y ya estoy harto. Hoy seré yo quien mande y le guste o no me tendrá que atender, venga el mismísimo Papa de Roma.
Primer paso fuera, se me pegan los pies ¿qué ha pasado aquí?, lo blanco está negro y lo negro sospechosamente blanco, ¿y eso color miel brillante, duro y que gira si le doy un poco??? ¡!qué me ataca, ups!!! Se ha caido y se ha roto. Conste que yo no le he hecho nada, sólo lo he tocado para ver qué era… Ha sonado raro... Huele fatal a agrio… Puof!!! ¡!Qué asquito!!! Sabe como el agua… Hip!!! A ver, a ver… Uy!! Sale algo rojo… Ayyyyyyyyyy!! ¿qué me pasa que no puedo posar el pie?...
CARIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!!! CARIIIIIIIIIIIIIIIII!!!...
Una voz lejana responde fatigada “Ahora no Teo, noooooo puedo irrrrr” finalizando con un suspiro… Y luego oigo al invitado con la misma fatiga… “calla, pshhhhhh, tranquila que espere que tiempo hay… humm”…
Esto es muy raro, rarísimo ¿les pasará algo? ¿Qué le pasa a mi Cari?¿Estará en peligro? Mira que no me gusta que traiga invitados a casa ¿Acaso ha sido secuestrada? Tiene que estarlo, siempre me hace caso, hubiera venido ante mis gritos…Tengo que ir a rescatarla.
¡!Cachis!!! que no puedo andar ni un paso y la cosa color miel esta no hace más que llenarlo todo de rojo… Ahhhhhhhhh!!! Nooooooooooooo!!!... no es la cosa, es mi pie… Mi pie tiene algo rojo, viscoso, huele a… ¿carne?...
Poso el pie, me duele… se queda rojo donde he pisado y me duele ¿tendrá algo que ver la cosa color miel?. Voy a acercarme a ella otra vez… ¡Qué difícil es andar cuando te falla un pie! Ahora entiendo a mi amigo Hec –perdió uno de los suyos en un atropello… no ha vuelto a ser el mismo- Espera un momento… ¿y si yo pierdo mi pie?...
CAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAARIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!!!...
Y así 50 veces (creo que ya no puedo ni contar del dolor que tengo)… Oigo gritos… Pero no viene, ya ni me responde.
¡!Ay Dios!!! Le pasa algo… Pero… Un momento, que qritan los dos.
¡!Esa es mi Cari ahí defendiéndose!!!... ¡!Dale duro!!!...
CARI! CARI! CARI!
Ay!!! Mi pie… no puedo ir… no puedo ir… ¿y si no consigue ganarle? ¿y si le está haciendo daño?... Grita mucho…
Un momento… Se han callado.
Se oyen risas… ¿risas???... No entiendo nada… Alomejor es que han firmado la paz… véte tú a saber.
CAAAAAAAAAAAAAAAAARIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!!! A modo metralleta, sin parar… necesito verla, saber que está bien… Que yo sin mi Cari no vivo… Vamos, que no podría vivir.
Más risas… Que no lo entiendo… ¿Cómo se puede reir si ha estado al borde de la muerte???...
Por si fuera poco tengo ganas de hacer pis… Muchas ganas… tremendas ganas…
CAAAAAAAAAAAAAAAARIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!!!
Un desastre… algo húmedo viene a mis ojos, se me cierra la garganta… me tiembla la voz… “cari, cari…” como un suspiro… ¿me estaré muriendo? (Ahora yo ya sí que sí que me muero… antes ella y ahora yo… Cari, siempre estaré contigo… no me olvides) No funciona… sigue sin venir…
Me voy a morir… Esto rojo no para de salir, y la cosa color miel se me ha venido encima, no puedo moverme ¿y si me ataca el otro pie?... Mi situación es dramática. “cari, cari”…
“¿cómo está mi Teo? ¡!Dios!!! esto está asqueroso… ¿Qué es eso? ¿Sangre???... Teo ¿qué te ha pasado???”
Entreabro los ojos, está ella… mi Cari… la doy besos, está bien, está entera… Huele raro… ¿a qué huele?... Huele al invitado de ayer… ¿Cómo puede ser que ella huela como él?
“Ahora Teo, en un ratito que me duche vamos a ver qué te ha pasado… Dios!!! ¿qué hice yo anoche para tener esto así?¿y qué haces con esta botella encima??? Teo, que no se puede jugar, que está rota… ¡!pobre!!! por eso me llamabas ¿verdad?... porque te has hecho daño y por eso lloras”…
“”Adiós guapa!!! Esta noche nos vemos… si quieres que tengo algo para ti, ya sabes ¿no?”” (Tiene una voz ridícula… asquerosamente ridícula… Le medio gruño, pero como estoy más allá que aquí ni me escucha, ni ella tampoco, está como alhelada… )
Cari le responde… “Si… sí, ya sé… hasta luego guapo!!! Nos vemos esta noche” Con una voz rara, casi gangosa y medio entre risitas tontas, así como cuando se pone a cantar canciones de esas que me taladran los oidos por lo que desafina, pero es mi Cari y a mi Cari la aguanto todo.
Y me dice “me lo he pasado muy muy bien ¡!estoy como nueva!!! Me voy a la ducha y nos vamos ¿vale? No me llores cosa guapa” Hay que ver qué forma tiene de acariciar… Nadie como ella, por eso no me gusta que traiga invitados, soy egoísta, lo sé, la quiero sólo para mí…
!Seré tonto! y yo pensando que poco más que la estaban matando, pues será que ha resucitado pero quizá tenga yo razón y en realidad – por eso me dice que está como nueva – lo ha pasado mal, incluso haya podido fallecer… Sí, claro, eso explicaría el silencio y entonces no seré tonto- tiene que explicármelo… ¡!menudo susto que me ha metido!!… Eso seguro que va a ser, bueno, más bien, seguro que eso será. Está bien… y yo echo polvo, pero no importa, importa que ella está bien. Siempre tiene que estar bien y siempre sonreir… Hec dice que es mi obligación.
Cada vez tengo más ganas de hacer pis… y cada vez me duele más el pie…
“TEO!!! Nos vamos!!!”…
Y ahí está, reluciente… rojo pasión, directa a mi cuello, con los pies que me quedan doy saltos aunque gimotee, mucho invitado y mucha gaita pero ahora el rey de la casa soy yo: Teo y mi Cari sólo para mí, para hacerla sonreir.
Madrid (Género Narrativa)
“Madrid me mata”
Para llevarme a una nube mientras paseo. Pensar que no hay otro lugar, otro sitio mejor donde pudiera pasear o donde encontrarme en ese instante.
Para llevarme a una nube mientras paseo. Pensar que no hay otro lugar, otro sitio mejor donde pudiera pasear o donde encontrarme en ese instante.
Quizá guiada por la alegría de una tarde redonda o por las ganas de que así sea (lo ignoro) pero me siento ligera, ágil, serena, brillante y las calles añejas, pisadas y desgastadas, a mí se antojan hoy nuevas.
Hasta la calle Postas y la fachada de la Posada del Peine, los soportales de la Plaza Mayor. La gente en los bares, las risas, los besos, los abrazos, los “ambulantes”… Todo para mí es nuevo: Brillante.
Y creo que casi he dejado de ser yo. Soy invisible. Feliz espectadora.
Días atrás me entristecía pensando que me sentía tremendamente sola, que no quería salir al mundo no fuera a ser que me comiera. ¿Ahora? Ahora estoy dispuesta a comerme la vida a bocados. Libre, ligera sin esperar, y sin nada ni nadie que espere más de mí de lo que yo quiera dar.
Viviendo el momento.
¿Quieres parar? Paras.
¿Detalles? Muchos. Redescubrir recovecos en fachadas, esquinas. Fotos mentales en blanco y negro. Historias escondidas en cada rincón ajenas a mí, pero hoy mías.
Una leve sonrisa en mis labios y mis ojos se abren para recibir todo lo nuevo; lo que no había visto antes, cegada por la tristeza. Despertándome de un largo letargo.
“¡¡Qué forma más extraña he tenido de perder el tiempo y no me he dado cuenta!! He perdido mi tiempo. Mi vida”. Pienso y borro automáticamente, sonrío y dejó lo gris; me digo: “He vuelto y eso es lo que importa”.
Hacía mucho tiempo que no sentía tal sensación de ligereza, de libertad, de…
“Puedo, ¿puedes?, ¡!PUEDO!!”
Así que: “¿Madrid me mata?”
Algún día quizá me matará sí, por su rapidez en el ajetreado ir y venir, me acordaré de sus horarios, de su ruido infernal, del bullicio incesante de la gente que no para.
Pero ahora me lleva a una nube y me hace sentir viva.
Somos humanos
Más allá de las cosas que contamos se nos aturullan muchos pensamientos, ideas, concepciones, descripciones que se nos escapan, que no podemos expresar con palabras pero que están ahí.
Admiro a las personas que miden con garantía de protección absoluta su verborrea, porque cuando yo me entusiasmo me faltan gestos, palabras para definir la ilusión que me producen las cosas.
Sé que hay personas que son felices escuchando el timbre de una voz y que así toman el pulso de la vida, personas que “no callan ni debajo del agua” y dicen cosas sin sentido y personas que cuando hablan “hipnotizan”.
Que hay tonos de voz estridentes, suaves, intangibles, adictivos.
Realidades que no son ciertas porque nada es cierto cien por cien porque todos y cada uno tenemos un prisma, una concepción de nuestras vivencias.
Sé que no hay nada que dar por hecho, ni por supuesto, porque todo viene y va, entra y sale y fluye, que todo puede cambiar para bien o para mal y que siempre hay que respetar los diferentes puntos de vista, más que nada porque son eso, puntos de vista que nos pueden servir para tener más ojos, más manos, más vida, más experiencia.
Aprender de la experiencia es algo complejo cuando se intenta manejar todos los puntos de vista, cuando adoleces de un exceso de empatía porque probablemente si las experiencias no han sido buenas, no querrás que los demás pasen por lo mismo que tú, pero a medida que creces interiormente te vas dando cuenta de que para bien o para mal, las personas, todas las personas habrán de enfrentarse a su destino irremediable, que esta vida no consiste en esquivar obstáculos, más bien en superarlos.
Hay personas que pasan por la vida como pasean por la calle, mirando, viendo, observando, escudriñando pero girando sin cesar en un mismo eje, en su eje de seguridad, de “virgencita que me quede como estoy” y pasan la vida sin pena ni gloria y son felices siendo pasivos.
Otras son todo lo contrario: participan, quieren participar de todo eso que ocurre y se arriesgan, se la juegan, se reinventan, se adaptan. Quizá no sepan siquiera lo que es ver la vida pasar porque no la dejan, y quizá de tanto vivir a veces se sientan vacíos, porque como todo, no valen los extremos y en este extremo se corre el riesgo de olvidarse de uno mismo, en definitiva de escucharse.
Encontrar el equilibrio entre las dos posturas es harto complicado, se tiende a uno u otro lado, y todo pasa por escucharse a uno mismo, a lo que se quiere realmente hacer o vivir. Tener un objetivo en esta vida.
Pero ¿Cómo tener un objetivo en un tiempo que es indeterminado? Y una vez conseguido ¿qué hay qué hacer? ¿Fijarse otro? Entonces ¿Cuándo se ha de descansar?.Creo que hay que saber reconocer cuando hemos llegado a la meta y disfrutar –que a veces no nos damos cuenta y no sabemos, porque ni reflexionamos ni valoramos lo que tenemos o lo que hemos conseguido- ese disfrute será equiparable a un descanso, en esos momentos sí, hay que frenar, parar un momento la vida y mimarnos decirnos “ya está ¿ves? Ya está” y recompensarnos por ello.
Es muy importante que ese objetivo no vaya ligado a ninguna otra persona, que sea un objetivo interno, sólo nuestro, sin dependencia de circunstancias externas. A esos que dependen de variables incontrolables yo no los determino objetivos, más bien son “posibles suertes del destino” y en algunas ocasiones desafortunada o afortunadamente no suelen salir cómo esperábamos, para que sea fácil entender lo que quiero decir, es como poner tu vida en un “décimo de loteria”, algo absurdo y estadísticamente poco probable. Pon tu vida en algo que puedas controlar que sólo tú puedas dominar, arriésgate.
Descubrirse a uno mismo no es tarea nada fácil y actualmente los sentimientos están mal vistos, la gente profunda de sentimiento se considera “pesada” “tediosa” o “empalagosa”, actualmente prima la ambición, el conseguir reconocimiento externo y un determinado “estatus” o estabilidad, que a mi juicio y visto en carne ajena y en la mía propia, acaban llevándonos a un vacío. No somos lo que hacemos ni a dónde llegamos, somos quienes somos, por eso es por lo que nos tendríamos que valorar, porque todos somos importantes y necesarios.
Incluso las personas de “mal fondo” tienen una razón para su existencia, sin ellas no podríamos diferenciar a las de “buen fondo” y además todos tenemos esas dos caras, buena y mala, que unos tendamos a una cosa en lugar de la otra es circunstancial y en muchas ocasiones pasa por las experiencias anteriores y la forma de enfrentarlas, lo que hayamos aprendido, de lo que nos hayamos dado cuenta.
Y es que muchas veces no somos conscientes de que tras lo malo o lo bueno de una persona, encontramos una historia de dolor o de angustia, o todo lo contrario una vida fácil sin propósito, una defensa férrea de esa seguridad de ese “ver la vida pasar” que antes comentaba, o una lucha sin tregua por hacerse entender por tener un sitio en este mundo, en el engranaje de la vida. Todos tenemos una historia, todos tenemos ambición (unos más desarrollada de otros, aunque ahora que lo pienso, no es cuestión de desarrollo es más cuestión de enfoque, unos la enfocan a lo material, otros a lo personal. Ambición a fin de cuentas, en ocasiones insana, desmedida o equilibrada es igual, al final es lo mismo, es ambición).
Sinceramente creo a veces que nos hemos olvidado de lo esencial, de lo básico, que el llenarnos de deseos (no confundir con necesidades) nos ha llevado a un callejón sin salida. Personalmente llevo muy mal la frase esa que dice “no, si en este mundo sólo triunfas si eres un hijo de…” ¿Qué quiere decir? ¿Que sólo hay que pasear por el mundo dando codazos? ¿Siendo malo? ¿Desconfiando?. Es triste y a veces, la verdad, es que una piensa que es la realidad; pero el problema surge cuando no se está entrenado para la “vida moderna”, para esa lucha feroz, que no son instintos reales, son fachadas, poses; porque en el fondo y en la forma somos muy parecidos, somos humanos, tenemos anhelos y cada uno esgrime sus armas a su forma y a su modo, lo que ocurre en muchas ocasiones es que vence el más fuerte –hemos dejado que sea así- Pero ¿qué es la fuerza?... ¿Quién tiene esa fuerza realmente?. Conozco personas que se pasan la vida gritando, a las que se les tiene miedo y sí, consiguen todo lo que quieren porque los demás entienden y asumen que como no lo consiga su reacción puede ser impredecible o lo que es lo mismo siembran o manipulan con el miedo y sus armas enfocadas a su propio beneficio caiga quien caiga. Pero si somos nosotros mismos los que permitimos, o ya no permitir, es a veces impotencia que hace que consiguen su triunfo aún sin merecerlo, que suban las personas que a ojos vista son más fuertes o más listos (que no inteligentes), o "mejores" a ojos vista, por lo que sea y a veces injustamente, valoro y resuelvo que no es más fuerte ni el que grita más, ni el que menos piensa en los demás, ni el que se cree el ombligo del mundo. Fuertes son sin duda los que los soportan todos los días pero no ven su fuerza o si la ven, se creen sin derecho y sin opción para cambiar esa situación; mejor una metáfora: ¿qué es más fácil navegar en un mar en calma o navegar en una tormenta?. He ahí la respuesta si pensamos que el mar serían las personas.
Y esta racionalidad que se nos ha dado al ser humano frecuentemente se pierde, se trastoca y se deforma, cuando estamos sometidos –por elección propia o circunstancial- a personas, a destinos duros, intolerables y los soportamos, los sobrevivimos, somos fuertes, más fuertes incluso que esas personas y que esos destinos, pero no somos conscientes de ello. Nos resignamos en muchas ocasiones por miedo a perder esa “estabilidad mal entendida”, por miedo a “saber lo que podría pasar”, por temor “a las consecuencias". Pero si somos capaces de avanzar de tirar hacia delante, de decir “Basta” de coger las riendas incondicionalmente, seremos fuertes. Si invirtiéramos esa fuerza tolerante (demencialmente insconciente en muchas ocasiones) en contra de esa opresión ¿Qué ocurriría? ¿Qué pasaría si cada una de las veces que nos decimos “no puedo más” y podemos –muestra de nuestra fuerza- actúaramos? Sí, sé que a veces no se sabe ni qué hacer, ni qué decir, ni por dónde salir. Que muchas veces las circunstancias son completa y absolutamente adversas, lo sé, sí lo sé porque no me suele gustar hablar de cosas que no he vivido, que no puedo constatar o que desconozco. Esto de lo que estoy hablando no es fácil, nada fácil y no se suele hablar mucho de ello. Sé que muchos me dirían “¿y si estoy en paro? ¿y si no tengo para comer? ¿y si dejo mi trabajo y no encuentro otro? ¿y si dejo a mi novio/a? ¿y cómo narices vivo?(hablo de cosas que siendo graves no lo son tanto como una catástrofe, una guerra o los radicalismos, en las que prima el instinto de supervivencia -es caso aparte- así como el amor o el vínculo que se tiene con los hijos y con los demás, que es -salvo excepciones que las hay y muchas- diferentes y bastante duras, destruyendo la autoestima, la personalidad, debastando y marcando al ser humano) "No puedo hacer nada, no depende de mí” y sí, es cierto, no lo voy a negar, a veces la vida te lleva a callejones oscuros –que no sin salida- y digo que no “sin salida” porque si pensamos un poco y aunque suene manido “de todo se sale” porque las situaciones nunca son eternas, afortunada o desgraciadamente la vida está llena de factores, buenos y malos, y ahí sí, ante una situación desfavorable, y aunque en principio no parezca que sirva de nada ni mover los brazos, hay que ir trabajando poco a poco de dentro hacia fuera luchando lentamente y paracon paciencia para cambiar el color de los acontecimientos, focalizar en otras cosas, en nosotros mismos, salir del bucle, en definitiva saber frenar a tiempo ¿cómo? Cuando veamos que nuestra tranquilidad es inexistente, cuando dejemos de estar bien, cuando nos lleve demasiado tiempo del día esa cosa, situación, persona, pero nos sintamos obligados, doblegados, condicionados ahí, en ese momento será el momento de empezar a trabajar para que eso se invierta, para dejar de sentirnos esclavos de un destino, víctimas de unas circunstancias. Porque nosotros somos los que nos definimos a nosotros mismos. Y en nuestra mente no manda nadie, ni sabe nadie lo que tenemos en ella, para lo bueno y para lo malo, la vida es una elección inconsciente.
Y todos, exactamente todos somos biológicamente iguales –como decía un amigo mío hace ya algún tiempo “todos cagamos y meamos”- y cuando nos olvidamos de eso, cuando nos autoetiquetamos, suele ser, a mi juicio una forma de intransigencia tal y como lo es la agresión por ser diferente. Tanto del que lo expone en público como de quien lo sufre. Y es lógico, es verdad, a nadie le gusta que le etiqueten ni que le discriminen, por tanto se considera respuesta lógica –que no correcta para mi gusto- el responder con otra discriminación, algo así como un “chincha rabiña”. Es un tema muy serio este en el cual los humanos nos olvidamos de que tratamos con humanos y queremos olvidar –no puedo entenderlo de otra forma- u olvidamos, que eso mismo que nosotros infringimos a los demás, probablemente no nos gustaría sufrirlo en nuestras carnes ¿qué pasaría entonces?. Creo firmemente que si muchas personas pensaran o se hicieran esta pregunta en lugar de pensar en “voy dando codazos a diestro y siniestro porque yo lo valgo y tengo que estar por encima de tí; o soy superior a tu persona por el factor que sea, por una ideología, una religión, una raza, una posición determinada”, muchas desgracias, muchas barbaridades que comete el ser humano no serían tales. Pero a veces se olvida y se olvida hasta tal punto que se cree a pies juntillas, tanto como la víctima acaba creyendo su papel, tanto como el resignado se resigna, acepta esas circunstancias y se amolda a ella tanto, que hasta su capacidad mental, su genética por “indefensión aprendida”, le dejan allí tirado en la cuneta del “vivirás cómo buenamente puedas vivir, no aspires a mucho más”.
Estudiando mi carrera de Trabajo Social, concretamente en la asignatura de Estructura Social Contemporánea, me sorprendió tremendamente descubrir que en los EEUU una persona que viva en un barrio –digamos conflictivo, pobre, etc- está condicionado hasta genéticamente y hasta tal punto que su rendimiento intelectual sea inferior con respecto a otro que viva en un lugar diametralmente opuesto.
Reconozco que yo misma he practicado esa forma de “sesgarse” de condicionarse, y que queramos o no hoy por hoy se exigen muchos requisitos para llegar a según qué sitios, por eso es muy importante discernir entre deseos y necesidades. Las necesidades son más fuertes y los deseos son su consecuencia, porque somos capaces de llegar muy lejos si nos centramos en nuestro objetivo, sin condicionantes externos (llamémoslos como queramos). En definitiva no ser un bloque de arcilla que se modela por todo lo que sucede alrededor, probablemente acabemos como esa arcilla y suele pasar que acabamos así “echos añicos”, podemos modelarnos, reconstruirnos, reinventarnos, superarnos, pero no dejemos que sea por el exterior, que sea por nuestras necesidades; por nuestro objetivo, que por eso es necesario que no sea ya tanto externo, por eso es tan importante que sea interior. Que a fin de cuentas todo lo externo, es eso, externo, y por tanto, poco controlable por nosotros. Afortunadamente hay muchos movimientos, muchas veces por un objetivo compartido pero sea éste bueno o malo, si nos paramos a hablar con cada uno de los que se unen seguramente tendrán distintas opiniones o visiones sobre lo que se reclama y cómo.
Seamos quienes somos y cómo somos realmente. Suena bonito y utópico, suena a "charlatanería" o método patético de autoayuda, y no, se trata básicamente de sacar la mejor versión (a juicio) propio de cada uno. Ser animal racional y humano porque si. Pues no, no es utópico porque si aceptamos las cosas tal cual son pensando que ni las circunstancias ni la suerte son eternas, todo será más fácil, tanto para bien como para mal hay que tener los pies en el suelo. Es una apuesta que personalmente decidí rechazar muchas veces, y perdí el tiempo, la vida y hasta el alma en intentar entender, comprender, mimetizarme, esconderme, tolerar, destrozando mi persona, y eso, si se consigue perdonar (nuestro dichoso juez interno), se aprende de ello y se llama experiencia vital.
Sobre mí misma (Reflexión)
Una de las cosas que más me gustan es pasear desapercibida entre el tumulto de la gente en la Feria del Libro, he de reconocer que la descubrí tarde pero desde el primer año que fui me fascinó y desde el primer año tuve la sensación de que algún día podría ser yo la que estuviera allí, al otro lado del mostrador, a ratos con gesto de “¿pero a nadie le ha interesado mi libro?” y sonrisa forzada o por el contrario deseando casi el no haberlo escrito aunque a la par sorprendida por la cantidad de gente que piensa y siente como yo.
Y es que de siempre me ha dado pena, siempre me he sentido muy sensibilizada con los sitios vacíos, con las cosas que se hacen con cariño y que luego no sirven para nada… estoy muy concienciada desde siempre con ello, con saber que siempre habrá circos vacíos llenos de payasos con sueños y malabaristas con talento y bares con eco y sin murmullo de clientela pero a buen seguro con las mejores tapas de Madrid y quizá no siempre sea causa de que el personal sea arisco (es fácil echar la culpa siempre a los fallos) no, no siempre es así… La suerte, las circunstancias y los momentos que tenemos en la vida juegan –y mucho- a favor o en desventaja nuestro.
Yo me he propuesto jugar como he hecho muchas veces, pero siempre me he acabado “rilando”, porque las veces que he jugado (no han sido pocas) ha resultado que he sido el bar vacío, el escritor aburrido y el circo con tela de araña… Y no por falta de valía (me dicen que me lo tengo que creer un poco más)… más bien por aquello de “más vale llegar a tiempo que rondar un año”, o “más vale caer en gracia que ser gracioso” o simplemente que creo que en esta vida hay personas que nacemos para aprender a ser guerreras y guerrear y luchar y otros simplemente para vivir el fruto de nuestras luchas.
Hubo un tiempo en que eso me provocaba una rabia interna –nada aconsejable- ahora para nada, en absoluto, ahora mismo, hoy por hoy, me siento orgullosa de haber sabido capear los temporales y a veces reconozco que cuando miro hacia el pasado me paralizo pensando en que podía haber hecho mucho más de lo que realmente he hecho, pero para esto existe cada día un nuevo día, para comenzar, sólo debemos aprovecharlo.
Es curioso ahora que lo pienso que me paralice pensando en lo que pude haber hecho en lugar de activarme para comenzar a hacerlo de inmediato, creo que es por el temor realmente a hacerlo, siempre he temido en el fondo el ser capaz de llegar a hacer algo a conseguirlo, a merecerlo, a lograrlo… ¿Porqué?... Ahora que lo pienso, quizá porque nunca sería del todo perfecto para mí, porque quizá sería demasiado fácil… demasiado difícil… demasiado poco, o demasiado mal hecho… Siempre imperfecto, siempre habría algo mejor y esa idea por absurda que parezca (y por tanto candidata a erradicarse de mi mente) me agobia y no poco.
Es lo que tiene ser muy exigente con uno, que al final no te lleva a ningún sitio, lo soy, lo reconozco, muy exigente conmigo, pero muy condescendiente con el resto, aunque estoy aprendiendo a exigir un poco a los demás, de hecho me estoy empezando a aplicar aquello de “por quien no luche no voy a pelear”… ya estoy empezando a estar muy cansada… Cuando una es madre comienza a darse cuenta de que es cierto aquello de que todo lo que tú puedes hacer lo puede hacer cualquiera. Gran verdad. Cualquier cosa que te propongas la puedes hacer siempre que pongas empeño y dedicación.
Y es que ahora me encuentro a veces con un gran vacío existencial, en un hueco grave… sabiendo de todo pero sin conocer apenas de nada… o conociendo de todo pero en esa esfera de la nada que hace que te muevas en el más puro y neto de los instintos. Ignoro las noticias, los acontecimientos políticos, no sé si hay o no crisis, sólo hablo desde mi instinto, desde mi lógica desde mi raciocinio… desde mi experiencia vital, no hay más.
Hace tiempo decidí que todo se iba a reducir y se reduce a nosotros a los humanos a nuestros sentimientos más primarios, a lo que vivimos a lo que deseamos, desde que amanecemos y hasta que nos acostamos y soñamos… El resto de las cosas son meros accesorios y sobre eso está formado el circo de la vida, además las noticias no son más que un hecho contado, y los hechos contados y las imágenes vistas son como todo incluso reflejos, perspectivas que pueden dar lugar a cosas que no sean del todo ciertas (todo es según el prisma desde dónde se vea o se puede contar según cómo se viva)… Así de simple. Yo creo lo que yo veo con mis ojos en el momento… Mis noticias están en las miradas de la gente y en su tono de voz. Desafortunadamente recibo más malas noticias últimamente, pero dentro de mí el noticiario en la sección de astrología augura cambios satisfactorios –claro que lleva así muchos años… Tantos como los que decidió dejar de influenciarse por los agentes externos.
Pero sí, no me considero culta, no te puedo hablar de las últimas tendencias en arte, ni mucho menos en tecnología… sí suelo ser de esas que oye campanas y no sabe dónde… (soy curiosa, mucho, muchísimo) a veces se me olvida que casi rozo los cuarenta y si algo me interesa me quedo embelesada escuchando sobre cualquier tema, porque me interesa y valoro hasta el más mínimo detalle de la más mínima cosa ya que cualquier cosa tiene su arte., hasta la que aparentemente no lo tenga, adoro la belleza, la pasión y el amor y la ilusión por hacer las cosas, por cualquier cosa. Pero el arte en todas sus vertientes me apasiona… y de todas formas cualquier persona que se apasione con su vida, con su trabajo, con sus cosas me tiene ganada… me fascina admiro a esa gente, porque yo soy así, me encanta vivir. Y piso pocos museos, es cierto, y pocos conciertos… pero me deleito con la belleza de igual forma.
Es lo que yo llamo ser capaz de disfrutar y de apasionarse con cada cosa (yo hasta el trabajo más tedioso lo convertía en un reto por ejemplo jugando a ensobrar en un minuto yo sola -no me quedaba otra- ¿cuántos sobres sería capaz?-... cada vez tenían que ser más) Sí vale, suena a niñería… pero a lo tonto en una tarde los 1500 acababan ensobrados y yo me había superado a mí misma y el trabajo hecho y además había disfrutado. “Cosas de Cris”. Yo no me lamento, actúo.
He llegado a la conclusión de que soy todo corazón, que hasta mi cabeza la rige ese órgano tan directo y blando como desprotegido, tan duro a veces (más que duro flexible en mi caso)… y tan buen alumno… Corazón de Mimbre, como dice la canción. El corazón que es el que según los poemas brinda la sensibilidad.. ese es el que me da toda la capacidad de apasionarme con la vida y a la vez me hace temer ser dañada… ese que se quita el escudo. Y me paraliza. El asimétrico.
Mis manos tienen la línea del corazón y la cabeza unidas, no es broma… en quiromancia se lee así , y esa lectura implica sufrimiento porque no hay medida… no se mide, o se mide mal. Pero lo importante de todo esto es ser, y muchas más veces de las que realmente sería aconsejable dejo de ser y paso a no ser o a ser un espejo, de estas cosas una se va dando cuenta a medida que decide que conoce demasiado a los demás y poco de sí misma. Así me pasa que acabo muchas veces sorprendida por mi persona, embarcada en un viaje apasionante, apostando de nuevo y como si acabara de nacer, con muchas ilusiones pero esta vez, a diferencia de las veces anteriores con la certeza de al menos poder intentarlo. ¿Poder?... No, intentarlo.
Y en estas estamos… en intentarlo. Hoy, mañana, pasado y siempre… Materializar un sueño o varios y construir lo destruido. El viaje que muchos hemos de emprender cuando se supone que todo lo teníamos que tener establecido y seguro (a veces ocurre por correr demasiado, por no medir las consecuencias… otras por ir muy despacio… pero nadie sabe cuál es la justa medida ni lo que es correcto o incorrecto, la vida es así de imprevista y sorprendente). Coloquialmente se considera crisis, y como me dijeron hace poco tiempo y leí después: la grafía de crisis en chino se compone de las palabras peligro y oportunidad, así que quizá de cada cosa mala que ocurre una buena saldrá, o cuando menos un cambio. En mi caso: un giro de 180º con retorno a los inicios… lo considero una segunda oportunidad, que no pienso dejar pasar.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)