martes, 15 de noviembre de 2011

Somos humanos

Más allá de las cosas que contamos se nos aturullan muchos pensamientos, ideas, concepciones, descripciones que se nos escapan, que no podemos expresar con palabras pero que están ahí.
Admiro a las personas que miden con garantía de protección absoluta su verborrea, porque cuando yo me entusiasmo me faltan gestos, palabras para definir la ilusión que me producen las cosas.
Sé que hay personas que son felices escuchando el timbre de una voz y que así toman el pulso de la vida, personas que “no callan ni debajo del agua” y dicen cosas sin sentido y personas que cuando hablan “hipnotizan”.
Que hay tonos de voz estridentes, suaves, intangibles, adictivos.
Realidades que no son ciertas porque nada es cierto cien por cien porque todos y cada uno tenemos un prisma, una concepción de nuestras vivencias.
Sé que no hay nada que dar por hecho, ni por supuesto, porque todo viene y va, entra y sale y fluye, que todo puede cambiar para bien o para mal y que siempre hay que respetar los diferentes puntos de vista, más que nada porque son eso, puntos de vista que nos pueden servir para tener más ojos, más manos, más vida, más experiencia.
Aprender de la experiencia es algo complejo cuando se intenta manejar todos los puntos de vista, cuando adoleces de un exceso de empatía porque probablemente si las experiencias no han sido buenas, no querrás que los demás pasen por lo mismo que tú, pero a medida que creces interiormente te vas dando cuenta de que para bien o para mal, las personas, todas las personas habrán de enfrentarse a su destino irremediable, que esta vida no consiste en esquivar obstáculos, más bien en superarlos.
Hay personas que pasan por la vida como pasean por la calle, mirando, viendo, observando, escudriñando pero girando sin cesar en un mismo eje, en su eje de seguridad, de “virgencita que me quede como estoy” y pasan la vida sin pena ni gloria y son felices siendo pasivos.
Otras son todo lo contrario: participan, quieren participar de todo eso que ocurre y se arriesgan, se la juegan, se reinventan, se adaptan. Quizá no sepan siquiera lo que es ver la vida pasar porque no la dejan, y quizá de tanto vivir a veces se sientan vacíos, porque como todo, no valen los extremos y en este extremo se corre el riesgo de olvidarse de uno mismo, en definitiva de escucharse.
Encontrar el equilibrio entre las dos posturas es harto complicado, se tiende a uno u otro lado, y todo pasa por escucharse a uno mismo, a lo que se quiere realmente hacer o vivir. Tener un objetivo en esta vida.
Pero ¿Cómo tener un objetivo en un tiempo que es indeterminado? Y una vez conseguido ¿qué hay qué hacer? ¿Fijarse otro? Entonces ¿Cuándo se ha de descansar?.Creo que hay que saber reconocer cuando hemos llegado a la meta y disfrutar –que a veces no nos damos cuenta y no sabemos, porque ni reflexionamos ni valoramos lo que tenemos o lo que hemos conseguido- ese disfrute será equiparable a un descanso, en esos momentos sí, hay que frenar, parar un momento la vida y mimarnos decirnos “ya está  ¿ves? Ya está” y recompensarnos por ello.
Es muy importante que ese objetivo no vaya ligado a ninguna otra persona, que sea un objetivo interno, sólo nuestro, sin dependencia de circunstancias externas. A esos que dependen de variables incontrolables yo no los determino objetivos, más bien son “posibles suertes del destino” y en algunas ocasiones desafortunada o afortunadamente no suelen salir cómo esperábamos, para que sea fácil entender lo que quiero decir, es como poner tu vida en un “décimo de loteria”, algo absurdo y estadísticamente poco probable. Pon tu vida en algo que puedas controlar que sólo tú puedas dominar, arriésgate.
Descubrirse a uno mismo no es tarea nada fácil y actualmente los sentimientos están mal vistos, la gente profunda de sentimiento se considera “pesada” “tediosa” o “empalagosa”, actualmente prima la ambición, el conseguir reconocimiento externo y un determinado “estatus” o estabilidad, que a mi juicio y visto en carne ajena y en la mía propia, acaban llevándonos a un vacío. No somos lo que hacemos ni a dónde llegamos, somos quienes somos, por eso es por lo que nos tendríamos que valorar, porque todos somos importantes y necesarios.
Incluso las personas de “mal fondo” tienen una razón para su existencia, sin ellas no podríamos diferenciar a las de “buen fondo” y además todos tenemos esas dos caras, buena y mala, que unos tendamos a una cosa en lugar de la otra es circunstancial y en muchas ocasiones pasa por las experiencias anteriores y la forma de enfrentarlas, lo que hayamos aprendido, de lo que nos hayamos dado cuenta.
Y es que muchas veces no somos conscientes de que tras lo malo o lo bueno de una persona, encontramos una historia de dolor o de angustia, o todo lo contrario una vida fácil sin propósito, una defensa férrea de esa seguridad de ese “ver la vida pasar” que antes comentaba, o una lucha sin tregua por hacerse entender por tener un sitio en este mundo, en el engranaje de la vida. Todos tenemos una historia, todos tenemos ambición (unos más desarrollada de otros, aunque ahora que lo pienso, no es cuestión de desarrollo es más cuestión de enfoque, unos la enfocan a lo material, otros a lo personal. Ambición a fin de cuentas, en ocasiones insana, desmedida o equilibrada es igual, al final es lo mismo, es ambición).
Sinceramente creo a veces que nos hemos olvidado de lo esencial, de lo básico, que el llenarnos de deseos (no confundir con necesidades) nos ha llevado a un callejón sin salida. Personalmente llevo muy mal la frase esa que dice “no, si en este mundo sólo triunfas si eres un hijo de…” ¿Qué quiere decir? ¿Que sólo hay que pasear por el mundo dando codazos? ¿Siendo malo? ¿Desconfiando?. Es triste y a veces, la verdad, es que una piensa que es la realidad; pero el problema surge cuando no se está entrenado para la “vida moderna”, para esa lucha feroz, que no son instintos reales, son fachadas, poses; porque en el fondo y en la forma somos muy parecidos, somos humanos, tenemos anhelos y cada uno esgrime sus armas a su forma y a su modo, lo que ocurre en muchas ocasiones es que vence el más fuerte –hemos dejado que sea así- Pero ¿qué es la fuerza?... ¿Quién tiene esa fuerza realmente?. Conozco personas que se pasan la vida gritando, a las que se les tiene miedo y sí, consiguen todo lo que quieren porque los demás entienden y asumen que como no lo consiga su reacción puede ser impredecible o lo que es lo mismo siembran o manipulan con el miedo y sus armas enfocadas a su propio beneficio caiga quien caiga. Pero si somos nosotros mismos los que permitimos, o ya no permitir, es a veces impotencia que hace que consiguen su triunfo aún sin merecerlo, que suban las personas que a ojos vista son más fuertes o más listos (que no inteligentes), o "mejores" a ojos vista, por lo que sea y a veces injustamente, valoro y resuelvo que no es más fuerte ni el que grita más, ni el que menos piensa en los demás, ni el que se cree el ombligo del mundo. Fuertes son sin duda los que los soportan todos los días pero no ven su fuerza o si la ven, se creen sin derecho y sin opción para cambiar esa situación; mejor una metáfora: ¿qué es más fácil navegar en un mar en calma o navegar en una tormenta?. He ahí la respuesta si pensamos que el mar serían las personas.
Y esta racionalidad que se nos ha dado al ser humano frecuentemente se pierde, se trastoca y se deforma, cuando estamos sometidos –por elección propia o circunstancial- a personas, a destinos duros, intolerables y los soportamos, los sobrevivimos, somos fuertes, más fuertes incluso que esas personas y que esos destinos, pero no somos conscientes de ello. Nos resignamos en muchas ocasiones por miedo a perder esa “estabilidad mal entendida”, por miedo a “saber lo que podría pasar”, por temor “a las consecuencias". Pero si somos capaces de avanzar de tirar hacia delante, de decir “Basta” de coger las riendas incondicionalmente, seremos fuertes. Si invirtiéramos esa fuerza tolerante (demencialmente insconciente en muchas ocasiones) en contra de esa opresión ¿Qué ocurriría?  ¿Qué pasaría si cada una de las veces que nos decimos “no puedo más” y podemos –muestra de nuestra fuerza- actúaramos? Sí, sé que a veces no se sabe ni qué hacer, ni qué decir, ni por dónde salir. Que muchas veces las circunstancias son completa y absolutamente adversas, lo sé, sí lo sé porque no me suele gustar hablar de cosas que no he vivido, que no puedo constatar o que desconozco. Esto de lo que estoy hablando no es fácil, nada fácil y no se suele hablar mucho de ello.  Sé que muchos me dirían “¿y si estoy en paro? ¿y si no tengo para comer? ¿y si dejo mi trabajo y no encuentro otro? ¿y si dejo a mi novio/a? ¿y cómo narices vivo?(hablo de cosas que siendo graves no lo son tanto como una catástrofe, una guerra o los radicalismos, en las que prima el instinto de supervivencia -es caso aparte- así como el amor o el vínculo que se tiene con los hijos y con los demás, que es -salvo excepciones que las hay y muchas- diferentes y bastante duras, destruyendo la autoestima, la personalidad, debastando y marcando al ser humano)  "No puedo hacer nada, no depende de mí”  y sí,  es cierto, no lo voy a negar, a veces la vida te lleva a callejones oscuros –que no sin salida-  y digo que no “sin salida” porque si pensamos un poco y aunque suene manido “de todo se sale” porque las situaciones nunca son eternas, afortunada o desgraciadamente la vida está llena de factores, buenos y malos, y ahí sí, ante una situación desfavorable, y aunque en principio no parezca que sirva de nada ni mover los brazos,  hay que ir trabajando poco a poco de dentro hacia fuera luchando lentamente y paracon paciencia para cambiar el color de los acontecimientos, focalizar en otras cosas, en nosotros mismos, salir del bucle, en definitiva saber frenar a tiempo ¿cómo? Cuando veamos que nuestra tranquilidad es inexistente, cuando dejemos de estar bien, cuando nos lleve demasiado tiempo del día esa cosa, situación, persona, pero nos sintamos obligados, doblegados, condicionados ahí, en ese momento será el momento de empezar a trabajar para que eso se invierta, para dejar de sentirnos esclavos de un destino, víctimas de unas circunstancias. Porque nosotros somos los que nos definimos a nosotros mismos. Y en nuestra mente no manda nadie, ni sabe nadie lo que tenemos en ella, para lo bueno y para lo malo, la vida es una elección inconsciente.
Y todos, exactamente todos somos biológicamente  iguales –como decía un amigo mío hace ya algún tiempo “todos cagamos y meamos”- y cuando nos olvidamos de eso, cuando nos autoetiquetamos, suele ser, a mi juicio una forma de intransigencia tal y como lo es la agresión por ser diferente. Tanto del que lo expone en público como de quien lo sufre. Y es lógico, es verdad, a nadie le gusta que le etiqueten ni que le discriminen, por tanto se considera respuesta lógica –que  no correcta para mi gusto- el responder con otra discriminación, algo así como un “chincha rabiña”. Es un tema muy serio este en el cual los humanos nos olvidamos de que tratamos con humanos y queremos olvidar –no puedo entenderlo de otra forma- u olvidamos, que eso mismo que nosotros infringimos a los demás, probablemente no nos gustaría sufrirlo en nuestras carnes ¿qué pasaría entonces?.  Creo firmemente que si muchas personas pensaran o se hicieran esta pregunta en lugar de pensar en “voy dando codazos a diestro y siniestro porque yo lo valgo y tengo que estar por encima de tí; o soy superior a tu persona por el factor que sea, por una ideología, una religión, una raza, una posición determinada”, muchas desgracias, muchas barbaridades que comete el ser humano no serían tales. Pero a veces se olvida y se olvida hasta tal punto que se cree a pies juntillas, tanto como la víctima acaba creyendo su papel, tanto como el resignado se resigna, acepta esas circunstancias y se amolda a ella  tanto, que hasta su capacidad mental, su genética por “indefensión aprendida”, le dejan allí tirado en la cuneta del “vivirás cómo buenamente puedas vivir, no aspires a mucho más”.
Estudiando mi carrera de Trabajo Social, concretamente en la asignatura de Estructura Social Contemporánea, me sorprendió tremendamente descubrir que en los EEUU una persona que viva en un barrio –digamos conflictivo, pobre, etc- está condicionado hasta genéticamente y hasta tal punto que su rendimiento intelectual sea inferior con respecto a otro que viva en un lugar diametralmente opuesto.
Reconozco que yo misma he practicado esa forma de “sesgarse” de condicionarse, y que queramos o no hoy por hoy se exigen muchos requisitos para llegar a según qué sitios, por eso es muy importante discernir entre deseos y necesidades. Las necesidades son más fuertes y los deseos son su consecuencia, porque somos capaces de llegar muy lejos si nos centramos en nuestro objetivo, sin condicionantes externos (llamémoslos como queramos). En definitiva no ser un bloque de arcilla que se modela por todo lo que sucede alrededor, probablemente acabemos como esa arcilla y suele pasar que acabamos así “echos añicos”, podemos modelarnos, reconstruirnos, reinventarnos, superarnos, pero no dejemos que sea por el exterior, que sea por nuestras necesidades; por nuestro objetivo, que por eso es necesario que no sea ya tanto externo, por eso es tan importante que sea interior. Que a fin de cuentas todo lo externo, es eso, externo, y por tanto, poco controlable por nosotros. Afortunadamente hay muchos movimientos, muchas veces por un objetivo compartido pero sea éste bueno o malo, si nos paramos a hablar con cada uno de los que se unen seguramente tendrán distintas opiniones o visiones sobre lo que se reclama y cómo.
Seamos quienes somos y cómo somos realmente. Suena bonito y utópico, suena a "charlatanería" o método patético de autoayuda, y no, se trata básicamente de sacar la mejor versión (a juicio) propio de cada uno. Ser animal racional y humano porque si. Pues no, no es utópico porque si aceptamos las cosas tal cual son pensando que ni las circunstancias ni la suerte son eternas, todo será más fácil, tanto para bien como para mal hay que tener los pies en el suelo. Es una apuesta que personalmente decidí rechazar muchas veces, y perdí el tiempo, la vida y hasta el alma en intentar entender, comprender, mimetizarme, esconderme, tolerar, destrozando mi persona, y eso, si se consigue perdonar (nuestro dichoso juez interno), se aprende de ello y se llama experiencia vital. 

1 comentario:

  1. Me gusta, eres muy positiva y a la vez (No se puede desligar) Optimista
    Ves la botella medio llena.

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