jueves, 17 de noviembre de 2011

El primer día del señor E. (Género Narrativa)

Las cortinas apenas dejaban ver la luz del sol por la ventana y afuera comenzaba a empezar el día en Madrid. A un lado Gran Vía, colapsada. Al otro Princesa que no corría mejor suerte y de frente Plaza España con su mercadillo de tiendas blancas, artesanía y comida.

La alarma del móvil con la "Haka" de los All Blacks –ventajas de la telefónia móvil y politonos varios- sonaba invitando a inaugurar el primer día en Madrid, en España, en el país dónde todo se postergaba y la gente era poco menos que descuidada, se precisaban de hombres fornidos, parcos, duros como él que había recorrido el mundo haciendo lo que mejor sabía, darle la vuelta a lo establecido y guerrear con múltiples enemigos. “Discipline. You must get up” se dijo a sí mismo mientras buscaba el dichoso botoncito para parar la alarma. Eran cerca de las 7:00. Suena el teléfono. Sorprendido lo descuelga y al otro lado le recuerdan que en la noche de ayer solicitó ser despertado. “Well, Well… Spain isn´t as bad as I had been told at least asked them to wake up and have done so”.
Al posar los pies en el suelo nota la rugosidad de la moqueta y se sienta para reconocer la habitación, no le recuerda a ninguno de los hoteles dónde ha estado antes, y ha estado en tantos!!!... (Yemen, Londres, Moscú, París, Roma, Lisboa…) “I don´t remember what my house. Is my house a hotel or is that hotels are my home?”. Mientras piensa eso se levanta y descorre las cortinas “Oh!! I can not say anything bad about the view, is a beautiful place, but it would be better if they removed the camp why is that?”. Desconcertado Pedro sorprendido, se tira al suelo, lleva toda la vida haciendo lo mismo, levantarse, hacer ejercicio, ducharse. Actúa  de forma mecánica y lo sabe, su mujer le dice muchas veces que nunca se salta el guión, pero un hombre como él no puede perder ni un segundo de su tiempo, ni un ápice de control, su fuerza es tan importante como su cabeza, su físico forma parte indiscutible de su carácter y   tiene que imponer,  convencer, asustar, aunque su esposa le llame gatito…
“Twenty-one….Thirty… I've always asked hotels with gym and do not understand why this time I have brought here, but not so I will lose my physical background. Should know who they're talking about. Tomorrow I'll start to learn Spanish. Fifty ... Phew! And I'm getting old ... One more ... just one more ... Sixto. Discipline!!!... Let´s go E”
La maleta está todavía sin hacer, cerrada a cal y canto. Se mira en el espejo arruga el entrecejo, tensa los músculos… se toca el vientre comprobando que los abdominales no han perdido nada de tonicidad, las piernas, el trasero. “Humm…You are great!!!” Se sonrie y se levanta los pulgares. Girando sobre sí mismo se encuentra en el baño, es de mármol veteado. Pasa un dedo por el lavabo y descubre con satisfacción que está impoluto, cosa que valora mucho más teniendo en cuenta que pasará en este hotel cerca de dos años. El no está en condiciones de tener un apartamento, de responsabilizarse de nada más allá que de mantenerse en forma y de ejecutar sus obligaciones.
Con paso marcial abre la maleta, en la parte inferior derecha, las siete camisas ordenadas por colores, perfectamente dobladas y encajadas cada una con su corbata, a su lado, otros tantos polos, y en el resto de lo que queda cinco pantalones, entonces piensa que aunque sólo fuera por lo maravillosamente que hace la maleta nunca dejaría a su mujer, sabe que debajo de todas esas cosas están los calcetines (planchados y colocados estratégicamente en el fondo de la misma) y la ropa interior, por último dos jerséis de Cachemir, en sus dos colores favoritos: rojo y negro. Cuelga cada una de las prendas en el armario, cada camisa con su pantalón y las dos que sobran en los estantes vacíos, así como los polos y los jerséis. “It is good size closet, I think I'm going to fit all and there are no moisture or cockroaches, no, if Spain is not so bad”. Recuerda que no le hizo ninguna gracia la idea de venir a España, concretamente a Madrid, “Es demasiado poco destino para mí”. Esperaba haber podido ir a Estados Unidos o quedarse en Suecia, a fin de cuentas estaría con su mujer, pero esto también le daba miedo, no fuera a ser que se acostumbrara, a fin de cuentas tampoco conocía mucho de ella, sólo el noviazgo y lo bien que hacía las maletas y que era una buena madre en el mejor de los sentidos, sus hijos eran dignos sucesores, fuertes y guapísimos, como su padre y su madre. Mejor así, él sólo y sin lastres.
En la otra parte de la maleta, en uno de los departamentos los zapatos, dos pares: marrón y negro y las zapatillas de deporte y un chándal, junto con los dos cintos y dos kilos de pipas. Desde hacía unos años para aprovechar al máximo el tiempo de trabajo comía pipas, constantemente, como un mono tras una indigestión debido a su excesivo consumo el médico le había recomendado que tomara una medida y su medida era un tupper pequeño, para las cáscaras no necesitaba nada, las pipas se las comía enteras, pelarlas era una pérdida de tiempo. También la bolsa de monedas de todas sus visitas y que se le olvida cambiar  sabe que lo postpone y vuelve a postponer, es que lleva fatal eso de tener que estar cambiando cada vez que va a un país nuevo, así que de esta forma se asegura siempre tener efectivo aunque le surja un viaje sorpresa. La toalla del anterior hotel, siendo tan previsor no podía dejar de llevar un “por si acaso” Todo como si fuera nuevo, todo como sacado de un escaparate, la verdad es que de ser de otra forma no lo hubiera podido soportar. Para él todo tiene que estar perfectamente limpio y ordenado, es la clave del triunfo.
Así que se dispone a numerar las perchas,  se asegurará de no equivocarse en la ropa  que se tiene que poner. Bajo cada percha un par de calcetines y los calzoncillos, hoy le llegarán los trajes que nunca lleva consigo porque son bastante delicados, mejor en transporte especial, que es el único lujo que se permite a fin de cuentas, ese y el de las pipas.
Mentalmente piensa que tiene que preguntar en la recepción si es posible moverse en bicicleta por este caos “Too many cars. Too much pollution. The Spanish should learn from the Swedes, our cities are more beautiful and clean”. Hoy iría en metro, tenía que dar ejemplo y si España estaba en crisis no iba a ser él quien delante de su empresa pidiera que le vinieran a recoger y por dos razones muy importantes: la primera es que había oido que Madrid tenía mucha contaminación y un coche más puede suponer la diferencia y dos, que no estaban los presupuestos como para grandes lujos, que él tenía la suficiente fuerza para ir andando o en bici. La disciplina era su ley, su “modus operandi”, lo que le había salvado todo este tiempo, para él ni había crisis sin solución ni solución sin crisis. Todo era esfuerzo, contención y silencio, que el enemigo no supiera lo que estaba haciendo observar sus movimientos como un gato y atacar, recomponer todo de nuevo, hacerlo todo de forma milimétrica y ordenada.
Nada excusaba una dejadez tan grande como la que se le había comunicado, nada excusaba que durante dos años tuviera que estar, por errores y faltas de control y autoridad en una ciudad de la que no conocía más que el nombre y referencias nefastas, de la que ignoraba por completo el idioma y las costumbres.
Para él era un reto, un hombre de mundo y eso no le iba a acobardar, todo lo contrario, saldría su marcialidad más a flote, cuando hubiera terminado su misión volvería con otra medalla puesta, otro logro conseguido, otro barco sacado a flote, por él por Mister E.  Pensando en ello se vestía henchido de gloria, de gozo, de orgullo. Veía su fuerza, su austeridad, su rigor. Ni necesitaba amigos –mejor no tenerlos- ni los buscaba, no fuera a ser que se contagiara de este espíritu de ociosidad que había escuchado decir tenían los españoles que sólo pensaban la inmensa mayoría en tumbarse al sol. “How could they not be expected in such a financial crisis? Discipline and tough, that's what they need!!”

1 comentario:

  1. Uff, qué tipo, se va ganando poco a poco las "simpatías" del lector. Eso sí, estará cimbrado, pero de duro no tiene nada, eso de mirarse en el espejo lo delata. Encantador relato. Sólo una observación, me confundió un poco lo de la maleta sin hacer, yo imaginaba que estaba sin deshacer.

    ResponderEliminar